sábado, 3 de abril de 2010

A traición

Confías en alguien. Y luego esa persona te traiciona. Viola un pacto, tácito o explícito, atenta contra tí aprovechando tu confianza, te agarra con la guardia baja, conspira y te vende, se burla y te desprecia. Vamos, no creo que sea para tanto. Pero todos conocemos, de alguna manera el amargo sabor de la traición. En el amor y en la guerra, las víctimas de esa debilidad, de esa vileza del espíritu son innumerables. Se cantan y se lloran las traiciones y se clama venganza. Por ahí va el tema de este relato. Bueno, más o menos...




El secreto





¿Por qué tenías que hablar?


Tu lo quisiste así. No puedo creer que esto esté pasando. ¿Para qué hablamos? Creí que entendías. Y ahora te sales con esto. Puta madre. No tengo remedio. No me dejas opción.

Siempre me dijiste que yo era un perdedor. Que era débil, ¿recuerdas? Que no me podía quedar callado. Te burlabas. Me amenazabas. Decías que cualquiera me podía aplastar. Yo sudaba frío y tenía miedo. Te reías. Me retabas. Yo me sentía mal, me ponía verde, sudaba frío pero no decía nada. Pensaba que, pese a todo, podía confiar en tí. ¿Para qué hablamos?, ¡coño!

Me tenías jodido con eso.




Me enteré de tu negocio.

La estaba pasando mal. Me habían despedido del trabajo la semana anterior. Fui a hablarte. Yo estaba interesado, pero tenía miedo. Sudaba frío. La piel se me empapaba. Tu desconfiabas porque pensasabas que le contaría a todo el mundo. "No sabes callarte la boca", decías con desprecio.

-Sí me le mido-, te insistí.

-Tu no vas a querer- me dijiste con tu sonrisa socarrona y medio despectiva. Me sentí humillado.

-Habla con el man. Estoy dispuesto.- te dije resuelto.

- Esta bien- dijiste y tomaste el teléfono para llamar al tipo. Hablaron.

-¿Todo bien?- Pregunté.

-Todo bien-

Habíamos sellado nuestra suerte.




El paquete no era muy grande.

-Es una muestra nada mas. Lo llevas. Lo entregas y listo

-¿nada más?-

-Nada más-

-Pero...

-¿Qué?

-No vayas a decirles que yo...

-Tranquilo. Eso no le interesa a nadie.

-¿Seguro?

-Seguro.

-¿Nadie va a enterarse?

-No, nadie.

-Es que tu sabes...

-¡Ya deja el lloriqueo!, ¿o es que te acobradaste?

-No, no es eso, es que...

-Bueno ¿entonces?

-No... pues nada-

-Entonces tranquilo. Tu concéntrate en el asunto y se acabó ¿sí?

-Ok.

-¡No vayas a sapear que se jode todo! Te conozco-

-Ok, ya pues.

Qué tonto fuí. Sudaba frío. La piel se me empapaba. La ropa estaba húmeda. Pero ya no importaba mucho.
¿Para qué hablamos, carajo?

Tu sabías de mi problema desde siempre. Yo vivía acomplejado y no lograba quitarme ese peso de encima. Eras el único que sabía. Te lo confié. Ojalá nunca hubieramos hablado.



Cuando escuché las sirenas de la policía supe que todo había acabado.

Era el lugar de la entrega. Tenían todo acordonado.

Sudaba sin parar.

Tuve apenas tiempo de saltar del carro. Algo había salido mal.

Me tiré al agua y nadé durante horas.

Luego vine a tu casa.

Estabas hecho un nudo de nervios. El tipo malo, el duro, estaba convertido en un ovillo de miedo.

-¿Qué pasó?

-Perdóname tigre-

-¡Qué has hecho!

-!Hermano, me querían joder!

-¿La policía?

-No hombre. El tipo. Quería la vaina de vuelta. Se arrepintió.

-¿Y?

-Le tuve que decir. Me iba a matar. La policía ya sabía.

-¿Qué?

-Le dije de tí

-¿Le dijiste?

-No, pero eso no...

-¡Le dijiste!

-¡Eso no, estúpido!

-¡Eres una mierda, le dijiste! ¡¡le dijiste!!


Creo que allí mismo enloquecí.

No podía ser. ¿Cómo se te había podido ocurrir?

Hubiera perdonado todo.

Que me dejaras solo con la droga. Que abortaras el negocio sin avisarme. Que mandaras a los matones tras de mí. A la policía. Cualquier cosa.
Menos eso.

Ahora todo el mundo sabrá que mis pies tienen membranas de anfibio y que duermo bajo el agua como cualquier gusarapo inmundo. Que no soy completamente humano, que soy un fenómeno asqueroso a quien nadie nunca podrá querer.

Todo por hablar.

Cuento los disparos, un, dos, tres, mientras descargo la browning .9mm. sobre tu cuerpo de traidor.

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