lunes, 12 de julio de 2010

Bocas

Una mirada sin ojos, sangrante, nos mira. Con miedo, con rabia,con dolor. Una mirada que miraba el mundo de colores, el río, la montaña, los sembradíos infinitos, la mirada transparente de los niños, la mirada sabia de los abuelos. No una mirada, sino varias, muchas, que ya no pueden mirar el mundo. Una mirada sin ojos nos reclama en silencio nuestra indiferencia, nuestra inacción, nos dice que no nos sintamos satisfechos, ni seguros. Porque los otros ya vienen por nosotros. Vienen también por nuestra mirada, porque los ha visto y por nuestra libertad, porque la envidian y por nuestra boca, como en Bocas, porque habla y por nuestras manos, porque están limpias y por nuestra mente, porque les falta y por nuestro corazón, porque no tienen. También para ellos somos los terroristas de aire de una conspiración imaginaria que enciende las telarañas del pánico en la cabeza vacía de un loco que se ha sentado en la silla del poder gracias al arrebato repentino de una mayoría de ciegos con ojos.

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